Amigas y amigos, compañeros y compañeras, ciudadanía del mundo. Nos encontramos hoy aquí, muy a nuestro pesar, para visibilizar la muerte de la Declaración de los Derechos Humanos.
Nacida en 1948 como un brote de esperanza para los pueblos, muere, en estos días, a manos de sus progenitores: los estados y sus gobiernos. Gobiernos que, ya sea por su inacción o con sus acciones, la han convertido, golpe a golpe, en papel mojado.
Papel mojado por el mar Mediterráneo donde más de 40.000 personas han muerto desde el año 2000 intentando llegar a Europa en busca del refugio y la vida digna que la Declaración y el derecho internacional les prometían.
Papel mojado por las lluvias torrenciales o las nevadas caídas sobre los campos de refugiadas sin refugio. Sobre Idomeni, Eko… y tantos otros lugares, donde malviven familias enteras que huyen de los conflictos armados. Solo en Grecia, 58.000 personas están retenidas a la espera de que se cumpla el derecho de asilo. Pero son muchas más; en todo el planeta más de 290 millones de personas son desplazadas o refugiadas.
La declaración esta mojada y manchada de sangre. De sangre derramada por las personas heridas con las cuchillas de las concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla, ciudades españolas donde no se aplica el derecho Internacional convirtiéndose así en un agujero negro para los derechos humanos.
Es papel mojado por el llanto de los 10.000 menores que han desaparecido en Europa, probablemente víctimas del tráfico de órganos o de las redes de prostitución. Niñas y niños que ya no juegan, separados de sus familias. Familias rotas por la guerra y los traficantes de personas. Una infancia que Europa tenía y tiene la obligación de proteger y que, sin embargo, abandona a su suerte.
La declaración esta mojada por el sudor del trabajo esclavo, en precario y sin derechos, al que se ven abocadas, día tras día, millones de personas en todo el mundo. Muchas de ellas en nuestro país, al no poder legalizar su situación y no tener reconocidos sus derechos por falta de voluntad política.
Los derechos humanos son hoy papel mojado por las llamadas migrantes económicas. Personas en busca de un futuro después de que sus países hayan sido expoliados por el colonialismo de las grandes potencias, la globalización neoliberal o el cambio climático que ha desolado su sociedad y su tierra. En definitiva, papel mojado por el dolor y el sufrimiento de tantas y tantas personas a las que más allá de palabras vacías no se les ha dado una protección real y efectiva.
Nosotras no enterramos la Declaración de los Derechos Humanos, otras lo han hecho antes. Para nosotras, dicen, en nuestro nombre. En nombre de la ciudadanía de los estados privilegiados, en nombre de la seguridad nacional. Fomentando el odio, el miedo y el racismo. Gobernantes psicópatas, mercachifles sin escrúpulos y parlanchines hipócritas han convertido lo que tenía que ser la Europa de los pueblos, la de la libre circulación de las personas, la de los derechos, en la Europa Fortaleza. La Europa de los muros, las vallas y las fronteras. La Europa que prima los intereses económicos a las personas. La venta de armas a la paz. La Europa de Frontex que prefiere gastar el dinero en vallas y represión a habilitar vías seguras y legales. La que prefiere retener, deportar, detener en CIEs o delvolver en caliente a dar una acogida digna a las personas. La Europa de los tratados de la vergüenza que externaliza fronteras a países no democráticos en vez de asumir sus responsabilidades.
No, nosotras decimos no. No en nuestro nombre.
Las ideas y conceptos que defendía la Declaración de los Derechos Humanos siguen vivas en el imaginario y la esperanza de quién sufre. En los corazones y en las mentes de toda la gente de bien de este, nuestro planeta. Seguiremos luchando y exigiendo que se cumplan. No queremos privilegios. Queremos derechos en igualdad y dignidad para todo ser humano. Si los gobiernos no tienen memoria, nosotras no olvidamos.
Declaración de los Derechos Humanos. Hasta siempre, compañera. Que la humanidad guarde tu alma en su seno. Para que un día, al fin, reinen en el mundo la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Que así sea.
Foto de portada de Fotomovimiento